Es verano y al fin llegan esas vacaciones que con tantas ganas esperabas. Sin embargo, te sigues sintiendo igual, ¡o incluso más!, estresado·a que antes, te cuesta dormir, conectar con el disfrute o dejar de pensar en el trabajo y en las tareas pendientes.
¿Te suena? Tranquilo·a, es más común de lo que piensas. Hoy te explico por qué te ocurre y qué poder hacer para no llevarla contigo estas vacaciones.
¿Por qué sentimos culpa al desconectar?
Cada vez es más habitual que sintamos culpa cuando estamos descansando o dejando de ser productivo·a. Inconscientemente tenemos asociado que “No hacer nada” (productivo) está mal y que puede tener consecuencias terribles. La realidad es que parece difícil que este pensamiento no esté interiorizado, en mayor o menor medida, cuando vivimos en una sociedad que potencia y premia la hiperproducción y el esfuerzo sin límites.
La presión social tiene un peso muy importante en la culpa, pues promueve mensajes y creencias que nos pueden hacer sentir que si paramos todo lo que estamos construyendo se cae: “si dejas de hacer ejercicio durante las vacaciones perderás tu marca”; “si descuidas tu alimentación ya no tendrás el cuerpo perfecto”, “si no respondes a los correos del trabajo no ascenderás”, etc. Manda un mensaje muy peligroso: “soy útil en la medida que hago, que produzco”. Y no, nuestra valía no depende de cuántas horas trabajemos, cuánto tiempo cuidemos a los demás o cuántas horas dedique al ejercicio. Somos válidos en la medida en que somos, es decir, por el mero hecho de ser y existir.
Además, existen otros factores psicológicos que influyen en el sentir culpa al desconectar.
Uno de ellos es la autoexigencia y perfeccionismo. Como ya comentamos en otro artículo (linkearlo aquí) las personas autoexigentes tienden a asociar su valía personal al esfuerzo constante y a los resultados que obtienen. Así, puede resultarles muy difícil permitirse parar por miedo a dejar de ser reconocidos, válidos y no llegar a ser o conseguir lo propuesto.
El alto (o incluso excesivo) sentido de la responsabilidad también influye, pues lleva a autoimponerse responsabilidad que no nos corresponden y que impiden priorizar nuestro bienestar y descanso. Por ejemplo, cuando no delegamos el cuidado de personas dependientes a nuestro cargo ni unos días para poder descansar o cuando no dejamos de estar pendientes del trabajo por no perjudicar a compañeros.
Por último, los mandatos y creencias familiares también pueden potenciar el sentimiento de culpa. Hay familias en las que se hereda la vivencia y aprendizaje de tener que esforzarse mucho para poder llegar a prosperar; o familias en las que se pone mucho el foco en las responsabilidades y “deberías” frente al disfrute; o familias en las que el descanso solo está permitido si se ha “cumplido” con todo, es decir, hay que merecérselo. Estos modelos familiares y mensajes interiorizados contribuyen a que la culpa se active cuando descansamos.
Además, ser mujer también es un factor crucial. La socialización de género transmite a las mujeres mandatos y responsabilidades concretas, de forma que interiorizamos que determinados roles y tareas nos corresponden. El hecho de cargar con el rol principal de cuidadora, por ejemplo, dificulta el poder desatender dicha carga impuesta sin culpa ni malestar. Además, la ya bien comentada en este blog “carga mental femenina” puede obstaculizar el darse permiso de descansar y desconectar.
Consecuencias de no descansar adecuadamente
No permitirse descansar ni desconectar durante un tiempo tiene consecuencias en la salud mental.
En primer lugar, puede desencadenar problemas de ansiedad y estrés crónico. Nuestro cuerpo necesita estar regulado y en estado de seguridad. No desconectar implica que nuestro sistema siga en estado de alerta, produciendo más y más cortisol, lo cual termina afectando a la salud, tanto física como mental (desde desajustes hormonales, a problemas de sueño, a enfermedades cardiovasculares o del sistema inmune). Igualmente imposibilita que nuestra mente pare y se recargue, de forma que podemos acabar experimentando niebla mental, es decir, dificultad para concentrarse, acceder a recuerdos e incluso pensar.
Esto mantenido en el tiempo puede terminar desembocando en el síndrome de burnout, es decir, quemarse y agotarse a nivel profesional.
El hecho de que nuestro cuerpo esté estresado de forma permanente influye también en nuestro estado emocional. Por un lado, estamos más sensibles y reactivos a estímulos externos negativos, de forma que tenemos menor y peor capacidad de afrontamiento, gestión y regulación emocional.
Es normal que aparezcan estados de agotamiento emocional: apatía, desgana, desmotivación o tristeza. Desde el estado continuo de alerta el cuerpo va perdiendo la capacidad para conectar con el presente, con el disfrute y el placer.
Cómo gestionar la culpa por desconectar en vacaciones
▸ Replantear el descanso como parte del autocuidado
Como hemos visto, nuestro cuerpo necesita parar para recargarse y funcionar correctamente.
Conectar con el valor de estar saludable y cuidarse nos puede ayudar enormemente cuando la culpa aparezca. Por ejemplo, puedo decirme “Aunque en este momento me sienta culpable por no estar haciendo nada productivo, me recuerdo que lo elijo hacer para estar sana, para sentirme bien”.
También podemos conectar con el deseo de crecer profesionalmente. “Si quiero poder rendir de X manera o conseguir estos objetivos, mi cuerpo y mi mente necesitan que descanse”
Necesitamos recordarnos que descansar y cuidarnos no significa ser egoísta. Para poder ayudar a los demás, aportar a nivel profesional, ser “buena madre” o padre, etc, necesitamos mirarnos a nosotras·os mismas·os y descansar.
▸ Identificar pensamientos automáticos de culpa
El primer paso para poder trabajar y parar la culpa es conocerla y, por tanto, poder identificarla.
Te animo a observarte para poder identificar en qué momentos y de qué forma se activa la culpa, así como de qué pensamientos va acompañada para poder empezar a decirte cosas diferentes.
▸ Buscar apoyo terapéutico si la culpa es persistente
Sabemos que la culpa puede ser una emoción difícil de gestionar y que a veces no podemos hacerlo solos·as. Si sientes que la culpa persiste, no sabes cómo manejarla e interfiere en tu vida, no dudes en buscar ayuda psicológica. En Lume Psicología, centro de atención psicológica en Madrid y online, podemos acompañarte en este proceso, ¡no dudes en contactarnos!
Conclusión: descansar también es salud mental
Como sociedad hemos ido normalizando ritmos de vida rápidos, la hiperestimulación y la hiperproductividad. Sin embargo, nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan pausa, calma y desconexión para poder regularse, recargarse y estar saludables.
Por ello, aunque hayamos internalizado el mensaje de que descansar o desconectar pueda ser egoísta, irresponsable o imposible, te invito a que lo cuestiones y estas vacaciones puedas hacer algo diferente.
Recuerda, tienes derecho a descansar y necesitas hacerlo. Que este verano te permitas descansar y desconectar es una de las mejores cosas que puedes hacer por tu salud y bienestar emocional.