Hace ya un tiempo que ha comenzado el calor, con temperaturas extremadamente altas de forma bastante repentina y que se prolongan durante días.
Seguramente hayas notado con la llegada de este calor cambios en ti: en tu descanso, en tu energía, en tu apetito y en tu estado de ánimo.
Y es que el calor también influye en nuestro estado emocional y psicológico, especialmente cuando las temperaturas son demasiado altas durante un periodo prolongado de tiempo.
¿Por qué el calor afecta nuestras emociones?
El calor implica que nuestro cuerpo cambie su forma de trabajar para intentar mantener una temperatura interna estable, lo cual conlleva cambios fisiológicos importantes. Por un lado, aumenta el ritmo cardiaco dado que el sistema nervioso parasimpático se activa (conocido por ser el encargado de generar la respuesta de estrés, entre otras cosas) mientras que por otro la pérdida de líquidos implica que tengamos un estado de deshidratación leve.
Dichos cambios fisiológicos conllevan una sensación mayor de irritabilidad, incomodidad y fatiga.
El calor y los cambios fisiológicos influyen, a su vez, en el descanso y la calidad del sueño. Durante esta época son habituales los problemas para dormir, en concreto los despertares frecuentes durante la noche que interfieren en el ciclo del sueño generando sensación de falta de descanso e interfiriendo en el estado de ánimo. Con el calor entonces nuestro cuerpo va a estar centrado en sobrellevarlo, consumiendo más energía y sintiéndose más estresado. Por tanto, nuestra ventana de tolerancia va a ser más pequeña, de forma que somos más sensibles y reactivos a los estímulos externos, teniendo menos tolerancia al estrés y más reactividad a estímulos incómodos o desagradables.
Emociones más comunes en verano
Irritabilidad y mal humor
Como comentábamos, la falta de sueño reparador y la activación de nuestro sistema parasimpático hacen que estemos más sensibles y toleremos menos el estrés. Por lo que pequeños detalles o gestos que en otro momento no damos tanta importancia con el calor pueden ser verdaderos detonadores de mal humor.
Hay numerosos estudios que han puesto de manifiesto como factores como el calor se asocian con el aumento de la impaciencia, la hostilidad e incluso la agresividad.
Ansiedad aumentada
El hecho de que nuestra ventana de tolerancia sea más pequeña va a tener como consecuencia que sea más fácil que nos salgamos de ella y, por tanto, que podamos tender hacia una hiperactivación (desregulación del sistema de nervioso). La ansiedad formaría parte de ello.
Además, la activación fisiológica que conllevan las altas temperaturas se manifiesta en el cuerpo con aumento de la frecuencia cardiaca y sudoración, lo cual puede que lo percibamos como ansiedad cuando no tiene porqué necesariamente serlo.
Cansancio mental o desgana
Nuestra energía es limitada y nuestro cerebro está programado para la supervivencia y eficiencia energética. Es por ello que ante temperaturas altas va a necesitar gastar más recursos para mantener la homeostasis, de forma que va a ser selectivo con las funciones corporales en las que invertir energía. Así, con el calor excesivo nuestro rendimiento cognitivo baja: mayor dificultad para concentrarse o tomar decisiones, llegando incluso a experimentarse a veces fatiga mental o desmotivación.
Tristeza o sensación de apatía
Tener menos energía puede sentirse como apatía y conectar con la tristeza.
La llegada del calor impacta en nuestra rutina diaria, implicando cambios en hábitos que generalmente nos conectan con la satisfacción, el placer o el bienestar. Por ejemplo, la disminución del ejercicio físico o el movimiento habitual puede afectar negativamente al estado de ánimo al verse reducidos los niveles de dopamina y serotonina; o los planes de ocio individuales y compartidos cambian, pudiendo provocar aburrimiento e incluso aislamiento.
Consejos psicológicos para cuidar tu salud mental en verano
Escucha tu cuerpo y tus ritmos
Es natural que tu cuerpo experimente sensaciones y síntomas diferentes con la llegada del calor. Escucha cómo se encuentra, sus necesidades y sus límites para no sobrecargarlo o llevarlo al límite.
Haz pausas y reduce la autoexigencia
Por mucho que quieras, no vas a poder llegar a todo lo que llegabas sin la presencia de calor. Como ya hemos visto, el cuerpo consume más energía y ésta es limitada. Permítete ir más lento y simplificar tu rutina y objetivos diarios.
Acepta que tu energía cambia con el clima
Al hilo de lo anterior, la bajada de energía es una realidad. Adapta tu rutina diaria a la energía que sientas disponible. Por ejemplo, adapta tu rutina de ejercicio o de movimiento o haz una lista de cosas prioritarias en esta época (de las tareas de casa, en el trabajo, en el ocio…)
Busca espacios de calma y frescura
Ante un cuerpo más estresado buscando regular su temperatura interna lo mejor son aquellos espacios calmados y frescos donde puede relajarse y recargar energía. Prioriza espacios, actividades y ocio que te conecten con la calma, la relajación y con la frescura.
Prioriza el autocuidado emocional
Es habitual que utilizamos las vacaciones como el momento para hacer tareas pendientes exigentes o que nuestro planning de turismo esté lleno de actividades. Sin embargo, nuestro cuerpo está con otra disponibilidad, por lo que es importante escucharlo, escuchar nuestras necesidades y priorizar nuestro propio cuidado.
¿Necesitas estimulación, novedad, explotar la curiosidad, bajar revoluciones, silencio, calma…? El autocuidado emocional puede venir de diferentes lugares y formas.
Cuándo pedir ayuda psicológica
Sentirse más irascible o desganado es totalmente normal. No obstante, si el malestar se mantiene en el tiempo, empieza a sentirse muy intenso o interfiere en tu día a día es importante pedir ayuda a un profesional.
Quizás haya que revisar qué está interfiriendo, comprender de dónde viene y cambiar determinados patrones que intensifican o promueven el malestar.
En Lume Psicología, centro de atención psicológica en Madrid y online, podemos acompañarte en este proceso, ¡no dudes en contactarnos!